DIÁLOGOS CRÍTICOS SOBRE DIFERENTES ASUNTOS
DIÁLOGO PRIMERO.
LA FURIOSA, Y LA PELONA. (1)
FURIOSA: Anda hermana. ¡Jesús que te pelaras!
reniego de la moda, y su capricho;
si vieras que fea estás, pareces lego,
pareces pilguanejo (2), o monacillo:
no he visto yo figura más extraña.
PELONA: Ni yo mujer más necia; ¿qué has venido
con el fin de molerme, y murmurarme?
FURIOSA: A visitarte vine solamente.
PELONA: Reniego de tu amor y tu cariño,
ya olvidaste la crianza de mi padre,
ya ni tienes presentes los principios
de política, conque.
FURIOSA: Vaya, vaya
que soy una grosera... no te digo,
mucho es, no me repliques; que refranes
no son para las Damas de buen juicio;
pero no negarás que la verdad
es más amarga, que el ajenjo mismo,
por eso te incomodas, y te alteras,
y haces del serio, y circunspecto estilo
no porque tengan fuerza tus respuestas
a mi tal cual grosero argumentillo.
PELONA: Ya sé que estás graduada de doctora;
yo soy tonta, no entiendo silogismos,
ni es menester, pues basta solamente
saber no mandas en el gusto mío:
¿me meto yo contigo? ¿te murmuro
ese tu enmarañado laberinto
de pelo, que en la frente te colocas;
que dije tuyo, y no es sino postizo?
¿Te digo acaso yo, ¡Jesús! hermana,
¡qué furiosa que estás jamás he visto
haya tenido origen esa moda
sino es en los retratos del abismo?
¿Te digo que estás fea, ni que pareces
faisán, urraca, diablo, ni vestiglo?
no, porque muy bien sé que todo es moda,
todos son entusiasmos, y caprichos...
FURIOSA: Convengo en eso, sí, no hay que dudarlo,
en cuanto modas todas son lo mismo,
todas a un fin aspiran, bien lo sabes,
a darnos, hermosura y atractivo
para los hombres, y...
PELONA: Tal vez hermana
puede que no, ¡qué temerario juicio!
FURIOSA: Eso no tiene duda, si no, dime:
¿por qué en la corte pones tan prolijo
estudio en componerte, y al espejo
muchas veces te ves, como he advertido,
y si sales al campo te manejas
con bastante llaneza, o desaliño?
no ha mucho tiempo, no, que si a la hacienda
íbamos a pasear con mi hermanito
andabas sin peinarte, y aún sin medias,
y si Mamá notaba tus descuidos
tu ordinaria respuesta era: Señora
estamos en el campo.
PELONA: Y muy bien dicho
¿para qué es en el campo compostura?
¿y tú qué hacías?
FURIOSA: También hacía lo mismo,
y todas las mujeres así lo hacen,
y aseguran de cierto este principio:
que la moda en las damas sólo tiene
por objeto, por fin, y por designio
agradar a los hombres.
PELONA: ¿Y a qué viene
toda esa jerigonsa, y embelismo?
FURIOSA: A esto, oye con cuidado, a ver si acaso
queda tu entendimiento convencido:
el fin de la trasquila solamente
es agradar a los caballeritos,
a éstos no les agrada la tal moda.
¿Luego no has conseguido tu designio?
PELONA: Yo no te he dicho que por eso lo hago;
pero supón que te lo hubiera dicho.
¿Cómo me has de hacer creer que no les gusta
esta moda a los hombres, pues hoy mismo
uno que me corteja y enamora
dice que no hay tocado más bonito?
FURIOSA: Eres muy niña hermana, y no conoces
cuántos son los ardides, y artificios
que usan los hombres para hacerse amables,
el más trillado de ellos y sabido
es la lisonja, mira: yo conozco
a tu cortejo, y ese señorito
estaba la otra noche en cierta casa
de unas furiosas (como tú me has dicho),
habló de las pelonas (3) mil primores,
y a ti te puso como de su pico,
cabeza de insurgente de la zanja
fue el más cortés apodo que te dijo;
como no me conoce...
PELONA: Calla, calla
no digas más hermana de ese indigno,
que si vuelve a venir yo le prometo
a ese grosero vil, a ese maldito
de la escalera echarlo a garrotazos
lo he de advertir al criado... Oyes, Francisco.
FURIOSA: Sosiega, hermana que es mentira todo;
¿mas si fuera verdad?
PELONA: Lo hiciera añicos.
FURIOSA: ¿Ya ves como te enoja ciertamente
no agradar a quien debe tu cariño?
pues él es hombre, y aunque ya te dije
que no profirió nada el pobrecito
en contra tuya; sin embargo de eso,
de las pelonas hablan infinitos.
PELONA: Serán algunos payos.
FURIOSA: No hermanita,
se lo he oído a cortesanos, y muy finos.
PELONA: Serán algunos viejos santularios (4)
que a toda moda la apellidan vicio.
FURIOSA: Por cierto, mozos son, y currutacos.
PELONA: ¿Pues cómo quieren esos señoritos
sea en nosotras defecto, lo que en ellos
es un común adorno? y que lo mismo
que ellos para sí admiten como bueno,
motejen en nosotras como inicuo?
la superioridad, al bello sexo
siempre a capa, y espada han defendido:
¿pues no es una simpleza sin tamaño
murmurar que imitemos sus caprichos?
FURIOSA: No es tuya la respuesta, ya en los diarios
estoy en que otras veces ha corrido;
pero según mi juicio, no convence,
y en la comparación hay este vicio:
que los hombres se pelen no es notable,
que nunca el pelo como adorno han visto,
y antes siendo superfluo en muchos de ellos
les suele ser estorbo, y aún martirio;
dígalo el negociante, y el soldado,
dígalo el abogado, y el ministro,
y díganlo por fin todos aquellos
que hallan más tiempo cuantos menos rizos,
y díganlo también los hombres solos
¡cuántos de éstos la moda han bendecido!
Porque de mugre, piojos, liendres, peines,
y estirones de viejas han salido,
y así en los hombres yo la moda alabo
porque encuentro para ello algún motivo,
el que no hay en las damas, pues en éstas
es sólo por monada, y por capricho;
las bonitas rebajan su hermosura,
las feas ¡Jesús! parecen el maligno:
No me dirás las flacas macilentas
de los pescuezos largos que yo he visto,
esqueletos parecen, ¡qué figuras
tan indecentes! vaya, que no digo
jamás agradarán a ningún hombre
pero ni a las mujeres de mi juicio.
¿Pues qué podré añadirte de las viejas
ridículas infames que han creído
que con quitarse la guedeja (5) cana
disimulan la edad? ¡qué desatino!
para cocos (6) de niños te aseguro
no tienen estas viejas precio digno,
con mil razones sí, con mil razones
rajan de las pelonas los mocitos,
quienes después de hartarlas de dicterios,
y de ponerles nombres a su arbitrio,
dicen que tiene moda tan risible
dos vergonzosas causas, o principios,
una gran mezquindad es el primero
para ahorrar peluqueros, ¡habrás visto
temeridad igual!, pues el segundo
dicen que es un grosero desaliño,
y que por no peinarse diariamente
admitieron la moda del trasquilo,
ello no lo sé yo, no me he pelado,
ni caeré me parece en tal delirio;
pero me compadece ciertamente
ver se quiten un pelo tan bonito
algunas como tú...
PELONA: Mejor, hermana,
habrá furias, copetes infinitos,
casquetes para viejos muy baratos
a éstos, y a las furiosas beneficio
les hacemos sin duda las pelonas
con quitarnos zorongos, trenzas, rizos,
y así no es esta moda tan inútil,
algún provecho trae.
FURIOSA: Ya ese es estilo
faceto, la verdad, no me acomoda.
PELONA: Ni a mis entrometimientos tan prolijos.
Tú ponte furias, o si quieres cuernos,
que yo diré te vienen como anillos,
y más que yo me quite las orejas
no te metas conmigo te suplico.
FURIOSA: Así lo haré; pero se me olvidaba
decirte que es afrenta, y que es castigo
el tusar las mujeres.
PELONA: Poco importa;
para mí es lo mejor, y peregrino,
ya digo haz lo que quieras con tu pelo
que yo haré lo que quiera con el mío.
FURIOSA: Dices muy bien, que refutar la moda
siempre ha sido majar en hierro frío,
hablemos de otra cosa, pues el mundo
fue siempre, es ahora y ha de ser el mismo.
José Joaquín Fernández de Lizardi
Notas del editor UNAM-IIF:
(1) Mencionado por González Obregón en Novelistas Mexicanos: Don José Joaquín Fernández de Lizardi (El Pensador Mexicano), (México, 1938) pág. 104, como Núm. 1 de «Diálogos críticos sobre diferentes asuntos» (México: Imprenta de Doña María Fernández de Jáuregui, 1811). Da el título como «La furia y la pelona» y los demás títulos: «El payo y el carbonero», «El muerto y el sacristán», «El carbonero y la cocinera", "La cigarrera y el carbonero", "El indio, la india y el indito». Aportación de la Dra. Vogeley.
(2) pilguanejo. Por pilhuanejo. Persona despreciable o insignificante. Santamaría, Dic. mej.
(3) Alusión a las prostitutas y a la moda de cortarse los cabellos.
(4) santularios. Santurrones, santuchos. Santamaría, Dic. mej.
(5) guedeja. Cabellera larga.
(6) coco. Cocolixtle enfermedad de la que derivó un personaje para asustar a los niños.