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LA VERDAD PELADA (1)

¿Que vaya la señorita
a la tertulia, al paseo,
a ésta y a aquella visita,
al baile o al Coliseo,
y siempre muy prendidita,
como si fuera de boda?

Es la moda.

¿Pero que en casa se esté
y que la familia cele;
que buen ejemplo les dé
a sus hijos, porque suele
el niño hacer lo que ve,
y esto es lo peor las más veces?

Son vejeces.

¿Que al perrito se chiquee
y a las criadas se regañe,
que al otro se lisonjee
y que al marido se engañe
o éste haga que no lo ve?
Todo esto nada incomoda:

Es la moda.

¿Pero que el lujo modere
de gastos impertinentes,
o a lo menos considere
que hay mil créditos pendientes,
que el marido pagar quiere
dentro de dos o tres meses?

Son vejeces.

¿Que la niña vaya a misa
tan profana como va
al baile (casi en camisa
por lo disoluta)? Ya
bien se sabe que esto frisa
con la marcialidad toda,

Es la moda.

¿Mas que esta niña, en mi juicio,
sepa la severidad
del Autor del Sacrificio,
donde su profanidad
causa escándalo y perjuicio
a las almas muchas veces?

Son vejeces.

¿Que su mamita la alabe
porque sabe bien cantar,
tocar diestramente el clave,
gallardamente danzar
y zapatear el jarabe, (2)
a lo que ella se acomoda?

Es la moda.

¿Mas que la incline a rezar,
a aprender bien la doctrina,
o a tejer, coser, lavar,
o a hacer algo en la cocina
por si le llega a faltar,
lo que sucede mil veces?

Son vejeces.

¿Que los pechos desabroche
el túnico (3) deshilado,
que se trasluzca aun de noche
el muslo, y tan ajustado
esté que al subir el coche
se le vea la pierna toda?

Es la moda.

¿Mas que la madre corrija
tan insolente descaro,
a lo menos porque a su hija
no sea que le cueste caro
y a toda la casa aflija?

Esas son ridiculeces
y vejeces.


¿Que esté la coca pelada,
listo el cuerno y alacrán, (4)
la media muy bien calada,
superfino el tafetán
y la blonda delicada,
a qué mujer le incomoda?

Es la moda.

Pero en esto de rezar
el rosario cada día,
ir a misa, frecuentar...,
dirán: que es hipocresía,
y así se puede excusar,
porque hacerlo muchas veces

son vejeces.

Que en la mesa dé razón
la niña de la sardina,
del pámpano, (5) del salmón,
del ron y cerveza fina;
esto causa admiración,
por lo que nadie la apoda:

es la moda.

Pero que esta niña, aunque
haya la edad ya cumplido,
ayune..., no..., ¿para qué?
padece mucho latido...
¡Pobrecita!... ¿entiende usted?
Decirlo serían sandeces

y vejeces.

Que don Fulano de Tal
ande como un caballero
paseándose en el Portal, (6)
gastando mucho dinero
y jugando liberal,
sin ocupación ninguna,

es fortuna.

Mas no debe sorprender
si este mi señor se trata
tan bien, porque su mujer
es chula (7) como una plata,
¿y él no la podrá vender
y comprar porque algo ataje

un plumaje?

Don Gerundio, sí, es afable,
humilde, condescendiente;
su mujer es intratable;
pero él, como es tan prudente,
no halla miedo que le hable.
Él es pobre y ella rica,

y se explica?

Este hombre nunca en su casa
(aunque hay bastantes vidrieras)
podrá saber lo que pasa;
dice: que ésas son frioleras,
que mejor es la cachaza.
Yo de su bondad infiero

que es tercero?

Que a su mujer la maltrate
don Juan, ¿sabe usted por qué?
porque se rompió el petate;
aunque él gasta en el café
más que en pan y chocolate.
Si no es ruindad y embriaguez

esto, ¿qué es?

Él no sabe trabajar,
pero trajo un dotecillo
su mujer, que ha de acabar
en el monte, en el tresillo,
en los gallos y el billar.
Esta costumbre, decía,

es la del día?

¡Que aquel otro con su dama
gaste con garbo y franqueza,
y que a su mujer que lo ama
niegue el gasto de la mesa
y asistencia de la cama!
¿Qué hará esta infeliz mujer?

Padecer,

pues se mira aborrecida
de un adúltero traidor,
que por una prostituida
la trata con tal rigor
que teme perder la vida.
Destiérrense todos cuantos...,

mas ¡son tantos!...,

Que dos o tres tontonazos
por sabios quieran pasar,
y no tengan embarazos
para hacer así escuchar
a gritos y a sombrerazos.
¿Hay mucho de esto por ahí?

A que sí.

Pero que (si viene a mano
diez pesos apostaré)
el erudito más vano
de éstos no responde a usted
¿qué quiere decir cristiano?
¿Y qué tal, perderé yo?

A que no.

Que es la crítica pesada
para el que está comprendido
en ella, ¿quién dice nada?
que el que la hizo no es instruido,
porque está muy mal hablada,
no debe hacer novedad,

es verdad.

Como que es bueno coger
el grano y dejar la paja;
pero que se quiera creer
que mi pobre pluma raja
a este hombre, a la otra mujer,
y estocada cierta tira,

es mentira.

Querer en agua escribir
y en desierto predicar,
lo mismo es que presumir
que se puede remediar
al mundo con discurrir
críticas sobre este asunto.

Mas pregunto:

¿una crítica faceta
es vana en toda ocasión?
¿cuántas veces a un maleta
no lo corrige un sermón
y enmienda una chanzoneta,
si la lee en tiempo oportuno?

¿Serás uno?

Es de un precio sin igual
la verdad; pues no hay remedio,
ha salido ya al Portal
tan barata, que por medio
compre el que quiera un costal,
y no de la disfrazada;

LA PELADA.

autógrafo de José Joaquín Fernández de Lizardi

José Joaquín Fernández de Lizardi


Notas del editor UNAM-IIF:

(1) Pliego suelto; 8 pp. en 8° Imprenta de Jáuregui. S. 1. ni f. de i. Como se aclara en el prólogo, con este poema se inicia la polémica que sostuviera Fernández de Lizardi con J. M. Lacunza y otros poetas colaboradores del D. de M. desde fines de octubre de 1811 hasta febrero de 1812. (Falta la segunda parte de este poema El perico y la verdad.) José María Lacunza inició sus ataques a Fernández de Lizardi. con el artículo Palo de ciego publicado en el Diario de México el jueves 31 de octubre de 1811. Cf. Palo de ciego, pp. 3, 5, 6, Palabritas al autor de la carta del núm. 2220, pp. 7-8, Respuesta a D. A. O., pp. 11-13, Aplaudo al mérito., p. 17, Críticas a las poesías de José Joaquín Fernández de Lizardi, pp. 31, 33, 34, 44, Décima. Producción de un zángano, p. 47, Contestación a Quien llama al toro sufre la cornada, pp. 48-50, 52, 53, 55-58, Fábula. El piojo y las hormigas, pp. 65-67, en José Joaquín Fernández de Lizardi Amigos enemigos y comentaristas I-1(1810-1820).

(2) jarabe: baile popular típico de los diversos pueblos de América; especie de zapateado o escobillado, con movimientos, taconeos, giros y variantes peculiares en cada localidad; semejante a la jota, en lo general. Recibe distintas denominaciones específicas regionales. Santamaría, Dic. mej.

(3) túnico. Cf. nota 4 de Ninguno diga quién es, que sus obras lo dirán.

(4) cuerno y alacrán. Cf. nota 4 de Quejas de algunas mujeres en el tribunal de Apolo.

(5) pámpano: especie de pez muy sabroso, abundante en las aguas del Atlántico, desde México hasta Panamá. Santamaría, Dic. mej.

(6) paseándose en el Portal: el Portal de Mercaderes, antiguo lugar de comercio frente a la Plaza de Armas en la ciudad de México.

(7) chula (o). Cf. nota 2 de La muerte y funeral del gato.


UNAM Universidad Nacional Autónoma de México - Instituto de Investigaciones Filológicas
El Pensador Mexicano - Poesía de José Joaquín Fernández de Lizardi


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