CUENTECILLO (1)
Cierto Predicador
Esforzando su celo, y su fervor,
Los vicios reprehendía,
Y a su atento auditorio le decía:
Venid, hombres malditos,
Depósitos de errores, y delitos,
A todos os convoco,
Venid, veréis, que en vuestras culpas toco,
Y a cada uno, de paso
Le iré diciendo lo que viene al caso.
Ven acá tú, lascivo,
Que ya pareces esqueleto vivo,
Y no te sale el mal del corazón
A pesar de una unción, y de otra unción.
Ven acá tú, logrero,
Viejo ambicioso, avaro y usurero,
Que compras con doblones
Tus Avernas seguras posesiones.
Ven acá tú, casado, inicuo padre,
Que a tus hijos consientes por la madre;
Da, dale gusto a esa Eva
Y verás, que a ti, y a ella el diablo os lleva.
Ven acá tú, borracho... apenas dice
Esta expresión el Padre, un infelice
Hijo de Baco, que a chiripa ( ) oyendo
Estaba aquel sermón entre durmiendo,
Creyó, que con enojos
El Padre lo llamaba: abre los ojos:
Por entre gente tanta
Se para: cae aquí; y allí levanta:
Al Púlpito se inclina, con gran prisa.
Y (lo que al auditorio da más risa)
El pobre, con la rata que tenía
Muy cortés a la gente le decía:
Señores, por los huesos de su madre,
Denme licencia, que me llama el Padre,
No quedó hombre, mujer, viejo, muchacho,
Que no supiera estaba aquel borracho.
Si te ves retratado
En la Sátira, está disimulado,
Pues si mostrar deseas
Cual es, o Celio, el pie de que cojeas,
basta sólo que digas: por su Madre
denme licencia, que me llama el Padre.
José Joaquín Fernández de Lizardi
Notas del editor UNAM-IIF:
(1) Texto localizado y publicado por Nancy Vogeley. Copia impresa en Austin con los datos de la Imprenta de Doña María Fernández de Jáuregui, 1811.
(2) chiripa. De casualidad.