HAY MUERTOS QUE NO HACEN RUIDO (1)
EPIGRAMA
¿Por qué tan descolorido,
niña, el semblante te advierto?
¡Ah, sí!... que te espantó un muerto,
pues, de los que no hacen ruido.
El recato yo aseguro
que libra de esos espantos,
y en verdad no hubiera tantos
si usaran de este conjuro.
¿No ves, Fabio, a aquel viejo,
armazón aforrada de pellejo,
que con intento vano
quiere dar a entender que es muy cristiano?
¿que reza su rosario,
que oye misa, que (2) trae escapulario?
¿que viste humildemente;
que no bebe mistela ni (3) aguardiente?
¿que muestra el codo roto
por decir que es modesto y que es devoto?
No creas sus monerías,
pues todas ésas son hipocresías;
antes ten entendido:
que es un muerto moral y no hace ruido;
es un viejo avariento, un usurero,
que no tiene otro dios que su dinero.
Es un ladrón atroz;
en fin, sabe prestar ocho con dos.
Quien vive de este oficio
bien puede ser doctor de ladronicio. (4)
Mira a aquel otro allí tan ataimado; (5)
advierte en su semblante colorado
los ojos encendidos,
pues por más que lo encubran los vestidos
y disimule el traje,
no vayas a entender que es personaje:
se viste currutaco,
y es un hijo legítimo de Baco;
no sabe beber caña ni aguardiente,
pero es un borrachón impertinente:
es un Jerez su estómago, un Peralta, (6)
y con esto la bilis se le exalta
a cada paso; su mujer procura
disimular su vicio con cordura,
pues no halla cocinera
que (sólo por señor) servirla quiera;
ella está consumida, triste y seca
en fuerza de sufrirle la jaqueca;
y aun siendo cotidiano
este accidente en él, está más sano
cuando lo pone a dieta
alguna enfermedad: no es cantaleta,
porque guarda abstinencia
de miedo sólo de mayor dolencia.
Muchos ebrios de vino
verás, Fabio, en la corte a lo sordino.
Dícesme que has notado
a aquel cierto sujeto tan planchado,
tan guapo y presumido,
que parece una Filis de prendido;
y lo que tú motejas
es que habla sobre el hombro, hunde las cejas,
y con gestos bastante impertinentes
una ocasión te saludó entre dientes;
si tú lo conocieras,
mucho más te enojaras y aturdieras;
¿sabes quién es? Fulano,
el hijo de tío Antón, el hortelano.
¿La frente arrugas, riéndote me ves? (7)
¿Parece que lo dudas; no me crees? (8)
Pues oye y nota cómo fue la cosa:
tenía éste una hermanita, si no hermosa
al menos aseadita,
con tales cuales gracias y bonita,
cuanto bastó a agradar a don Trebejo
(que en su pueblo era rico este buen viejo).
Casó con ella, y hete aquí en un trote
a la payita rica y con buen dote;
el tío Antón se murió, tal vez de gusto;
ella dio a luz un niño muy robusto.
Después del paritorio (9)
se le hizo al pobre viejo un buen velorio;
éste, en su testamento
(y esto hace al caso para nuestro cuento)
de primer albacea dejó al cuñado,
quien así que se vido tan sobrado
de hacienda y de dinero,
se nos volvió de un salto caballero:
dejó manga, cotón y chamarrita,
y se echó el pantalón y la levita;
como fue siempre un payo obscurecido,
ahora quiere fungir (10) lo que no ha sido.
Quien quiera ver a un ruin, que le dé un cargo.
Por eso es tan soberbio; sin embargo,
hay otros peores y de más vil raza,
que tienen coche, criados y gran casa,
y se han hecho dichosos
con arbitrios y medios vergonzosos.
Y así, Fabio, no nombres caballero
a aquel que viste bien y trae dinero
(que quizá alguno lleva
un rico anillo do llevó la esteva),
sino al hombre bien criado,
al piadoso, al cortés, al bien hablado;
porque no es ni la sangre ni riqueza
el distintivo cierto de nobleza:
a ésta la califican las virtudes;
y pues esto es tan cierto, tú no dudes
que estos muertos merecen
no ser tenidos en lo que parecen.
También verás a aquella madamita,
muy preciada de honesta y doncellita,
que sólo tiene madre,
y aunque no heredó cosa de su padre,
sostiene una decencia
capaz de hacer a otras (11) competencia,
pues para ella no hay modas
que logren excepción, las usa todas;
jamás le falta criada;
su casa es de balcón, bien adornada;
en coche va al paseo
y no le cuesta nada el Coliseo;
no tiene renta alguna ni pensiones,
pero en su baúl no faltan seis doblones;
sólo tiene una cosa:
que es la madre prudente y ella hermosa.
¿Ya arrugas las narices?
¡Ah, Fabio! ¿A que comprendo lo que dices?
¿Qué, no crees que es doncella?
¿No basta, socarrón, que lo diga ella?
¿Pues para ostentar lujo ni portarse
es necesario a todas el casarse?
Advierte, mentecato,
que esta niña es doncella y de recato,
y en el concepto mío,
si alguno la protege, será un tío
(que a muchas, en verdad,
las mantienen los tíos por caridad). (12)
El tío de esta tal niña es hombre honrado,
viejo machucho, rico y aun casado,
y si no va de día
a ver a su sobrina, es por la tía...
¿Aún sigue tu sonrisa?
¿Hallas reparos, pones cortapisa,
¡oh, Fabio! a esa fortuna?
¿Crees que la sucesión está en la cuna?
Pues es verdad, amigo, y (sin incestos)
se transforman en padres mil tíos de éstos;
e iguales a ella, tengo comprendido,
muchas rameras hay que no hacen ruido,
como no lo hacen muchos ignorantes,
muy preciados de sabios y estudiantes,
que rajan y critican cualquier cosa,
o bien sea de poesía o bien de prosa.
Zoilos de éstos verás, cuya censura
lo bueno y malo todo lo murmura.
Discurre así si quieres:
por ricos, pobres, hombres y mujeres,
verás los sacrificios
con que hacen de virtud capa a los vicios:
éstos han merecido
llamarse muertos, aunque no hagan ruido.
EPIGRAMA
Juan fue pobre de soltero;
se ha casado y mejoró
de suerte, porque logró
fama, mujer y dinero.
Yo, admirando tal fortuna,
dije: —¿Será moro aquél?
—¿Por qué? —Porque tiene en el
sombrero su media luna. (13)
José Joaquín Fernández de Lizardi
Notas del editor UNAM-IIF:
(1) Con licencia: En la oficina de la señora de Jáuregui, año de 1811. 8 pp. en 8°. La versión original fue considerablemente modificada en RE (pp. 189-195). En las notas siguientes se transcriben las variantes que aparecen en la reimpresión. Es de notar que en el epigrama final cambió Fernández de Lizardi los dos versos finales (cf. infra nota m), aceptando las observaciones que le hiciera Lacunza en uno de sus agresivos artículos (cf. D. de M., t. XV, núm. 2270, 20 de diciembre de 1811, pp. 693-696), donde le reprochaba el defecto de «truncar una expresión».
(2) «...y trae escapulario?».
(3) «...y aguardiente?».
(4) «No por esto es ladrón, yo lo confieso: / cuando más, presta un peso / con dos reales de logro: es su ejercicio / y modo de vivir, / no es ladronicio».
(5) ataimado. Seguramente por taimado. Es otra de las palabras que Lacunza no encontró en su «diccionario castellano» (cf. nota g de «Bueno es hacerse el tupé, pero no pelarse tanto»)
(6) es un Jerez su estómago, un Peralta. Por analogía con Jerez, Peralta parece ser un vino.
(7) «riéndote me miras?». Entre el vulgo, en México, es frecuente barbarismo el uso de ver por mirar y viceversa.
(8) «...o te admiras?».
(9) paritorio. Del latín parere. Expeler en tiempo oportuno, la hembra de cualquier especie vivípara el feto que tenía concebido. R. A. E.
(10) fungir. Suplir a otro en un empleo o cargo: hacer sus veces su papel. Santamaría, Dic. mej.
(11) «capaz de hacer a muchas...»
(12) «que a muchas, con estilos bien festivos, / las sostienen los tíos caritativos:».
(13) «—¿Por qué —Porque va pian pian / luciendo su media luna».