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ESCRITO DE DENUNCIA (1)

Brevete
Los padres consentidores son causa de
la ruina de los estados: pide se
lleven a la guerra,
o que los castren

D. J. F. de L. oriundo
de este valle de lamentos,
ante vuestra excelencia digo
con el debido respeto,
bajo las juntas protestas
que hayan lugar en derecho.
Que deseoso que se lleve
a puro y debido efecto
la leva de los caballos,
considerando el provecho
que resulta al bien común
de tratar con brutos menos
en ciudad tan ilustrada,
y unos brutos tan perversos,
que a fuer de andar en dos pies,
y de meterse a los templos,
son causa que los potrillos
se eduquen tan desatentos,
tan mañosos, tan trotones,
tan retobados, tan necios,
tan brutos, tan indomables,
y de pasos tan molestos
que no haciendo al acicate,
a la barbada, ni al freno,
se desbocan cada rato
atropellando al gobierno,
a las leyes naturales,
y aún al sagrado evangelio;
y por esto sobran robos,
muertes, venganzas y pleitos,
usuras, y monopolios,
descréditos, vilipendios,
estupros, raptos, violencias,
escándalos, sacrilegios,
y en fin, de todos los vicios
el cúmulo más horrendo;
cuyos males ocasiona
la crianza y el mal ejemplo
que dan a los potrillitas
los malos caballos viejos,
siendo consecuencia cierta
sigan sus pasos los nietos,
y la raza se malee
generalmente. Supuesto
que vuestra excelencia me entendió
ya yo no tendré recelo
(afianzando la calumnia
si me averiguan que miento)
de asegurar que los padres
que con mimos y chiqueos
a sus hijos los pervierten
son caballos, o como ellos...
he dicho mal, que son peores
aún que los mismos jumentos.
¿Qué es ver, Señora, qué es ver
a estos padres majaderos
permitir que salga el hijo
con cuanto quiere su genio?
¿qué si ir no gusta a la escuela
no hay quien le riña por eso;
y como el niño no llore,
todo lo demás es menos?
y si es rico y consentido
sale un caballito penco,
y aunque de su religión
ignore los fundamentos;
poco importa: no ha de ser
cartujo, ni misionero;
el Ayo, si es que lo tiene
por moda, o por cumplimiento,
lo ha de sufrir cuantas veces
quiera faltarle al respeto
porque azotarlo... ¡Jesús!
ya se guardará de hacerlo;
¿azotar al Señorito?
¿reñirlo en modo severo?
¿quién ha intentado tal cosa?
ni de chanza, ni por pienso.
Con esto se cría el muchacho
orgulloso, vano, necio,
y tanto que si escribir
saben éstos es en griego;
si cantar serán sandeces,
o cuando, más galanteos;
si bellas letras serán
villeticos de requiebros;
si idiomas, el natural;
si leyes, las del dinero
si teología, ¿quién es Dios?
si moral, es el más prieto
sí; pero ya me difundo
y probar esto no debo
cuando vemos que las Aulas,
que cursan, son coliseo,
alamedas, y tertulias,
cafés, y billares. Luego,
si aprenden a cortejar
a las damas de braseros,
a danzar bien un minuet;
a elegir el vino bueno;
a barajar un albur;
a no tocarse el sombrero
para sacerdote alguno,
a oír la misa en pie derecho;
a maltratar a los criados
de tú y más tú, aunque sean viejos;
a despreciar de los pobres,
las miserias y lamentos:
y a dar gusto a sus pasiones
sólo porque tienen pesos,
hacen muy bien: eso han visto;
famosamente aprendieron
la doctrina de sus padres:
condenaránse con ellos,
por caballos unos y otros:
y ¿qué tenemos con eso?
Callar quisiera los vicios
de los caballos plebeyos
porque son, sin duda alguna,
más infames y groseros.
¿Qué es ver irse el hijo, y padre
a la pulquería, y al juego
emborracharse los dos
mano a mano, y... ¡me estremezco
al decir que si se ofrece
para el brindis en un pleito
en que el hijo descalabra
al pobre caballo lerdo!
Nada diré de las madres
cuyos pésimos ejemplos
son causa de que sus hijas
sin el menor miramiento
dentro de su misma casa
las metan a sus cortejos,
y si ellas reñirlas quieren,
aunque sea por cumplimiento,
se enardecen las muchachas,
y de una a otra anda el puteo,
tan listo, que al oírlas, nadie
ha de creer el parentesco.
Nada diré; sólo digo
lo que dijo Christo mesmo:
Los padres cortan la leña,
los hijos prenden el fuego,

y unos y otros se condenan.
Dios se compadezca de ellos.

Por tanto: a vuestra excelencia
suplico extienda el decreto
de que a la guerra los lleven
o los castren, pues con esto
cesará la trascendencia
de tan terribles efectos.
Juro no ser de malicia
con lo demás del derecho.

Otro sí: que a los casados
tontos, asimplados, lelos,
que se dejan dominar
de sus mujeres por miedo
de sus gritos, y alharacas
con los caballos sean puestos
y en duda de si son hombres
que se pruebe el castramiento.
Juro ut supra como siempre,
y a las leyes me sujeto.

autógrafo de José Joaquín Fernández de Lizardi

José Joaquín Fernández de Lizardi


Notas del editor UNAM-IIF:

(1) Poesía publicada en Obras XIV pp. 22-27


UNAM Universidad Nacional Autónoma de México - Instituto de Investigaciones Filológicas
El Pensador Mexicano - Poesía de José Joaquín Fernández de Lizardi


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