NO ME DIGA USTED DE TÍO
CUANDO NI PARIENTES SOMOS (1)
Está el mundo tan perdido
que aun entre las parentelas
emparentan los extraños
cuando los propios se niegan.
Cierto Señor no podía
tener a la que adoraba
en la casa que vivía,
porque su honor peligraba,
si su amor se descubría.
Tener a la señorita
en otra parte tampoco,
porque ella era muy bonita,
y él celoso, y no muy poco.
¿Qué haría en tan terrible cuita?
Pues lo que hizo, en conclusión,
fue convertirla en sobrina
sin haber oposición;
aunque ella era Filipina
y él natural del Boston.
¡Oh, cuántos tíos hay de éstos
que a sus sobrinas
las convierten en madres
suegras y tías!
Y lo bonito,
es que después que paren
no paren hijos. (a)
Cierta madre, que indolente
de su niña no cuidó:
hála hallado de repente
grávida: ¿y qué sucedió?
que parió precisamente.
Muy cruel a la madre advierto
con su hija ya desgraciada:
mucho la castiga, es cierto;
pero es poner la cebada
al rabo del asno muerto. (b)
Aún contra el pobre angelito
se extiende su tiranía;
publica que es huerfanito,
y su madre no lo cría.
¿Hay mucho de esto? Infinito.
La abuela enseña al niño
trate de hermana
a su madre, creyendo
que así la tapa.
Y mejor fuera
cuidarla, y no fingir
tal parentela. (c)
Cierto amigo encompadró
con una pobre comadre:
pues, él no la bautizó;
pero ¿qué más? la hizo madre;
y luego el co la añadió.
Así encomadran a pares,
y las hallan mil a mil,
y entre dares y tomares
se casan como el fusil,
y hay sucesiones a mares.
Por qué no escarmentarán
con estos compadres, pues
las comadres jurarán
que las dejan dos ó tres
ahijaditos y se van.
Por ahí suelen decir:
muerto el ahijado
lo corriente es que acaba
el compadrazgo.
Mas los que cito
se acaban aún dejando
ahijados vivos.
Espantan de los casados
los parentescos de infiernos:
¡qué tales son los cuñados,
los concuños y los yernos,
los padrastros y entenados!
De ser soltero me alegro
por no tener tales ligas:
¡qué parentesco tan negro!
¿quién es capaz de hacer migas
con un mal cuñado o suegro?
Nadie; sino es majadero
con un mal suegro se alegra;
y si es un viejo grosero,
¿hay cosa peor? una suegra
siempre con cara de herrero.
Hay cuñados hermanos;
hay suegras madres:
hay yernos que son hijos:
padrastros padres:
También he visto
como perros y gatos
a algunos dichos.
Una niña, cuyo nombre
no lo tengo en la memoria
se entra siempre, y no te asombre,
lector, en una accesoria
acompañada de un hombre.
Pero porque nadie advierta
qué va a hacer esta señora,
pone centinela alerta,
encargándola a tía ahora
no se quite de la puerta.
Al hombre dis la coqueta,
que aquella vieja es su tía;
pero es ya muy vieja treta,
e imparable hipocresía
llamarle tía a la alcahueta.
Si a las tías de esta clase
las emplumaran,
hubiera más doncellas,
y más casadas.
Pero no hay plumas
y así es fuerza que abunden
las prostitutas.
Una Doña, a quien visito,
es de tanta vanidad,
que aunque tiene un hermanito,
le ha negado la hermandad
sólo porque es trigueñito.
Aunque muchas ocasiones
se juzga por el color
el grado de las naciones:
el barómetro mejor
serán las operaciones.
El color es accidente
en buena filosofía,
luego es muy impertinente
objeción, y muy impía
negar por él un pariente.
En nada desmerece
el buen trigueño,
ni el blanco si es indigno
merece aprecio.
Un necio entonces,
es quien niega a sus deudos
por los colores.
Otros hay... (¿y ésta es nobleza?)
brutos entre los humanos,
que contra naturaleza
desprecian a sus hermanos
si son pobres: ¡qué vileza!
Otros pasan mas allá
el extremo, pues si llegan
a pedirles, en verdá
que después de que les niegan
suelen echarlos a la...
Esta clase, pues de gentes,
que por ricos son señores,
dice que hace a sus parientes
con no negar los favores,
y más, si son sus sirvientes.
¡Qué tales son los hombres
de miserables;
pues por guardar un peso,
niegan su sangre!
Y es que este siglo
es el de las crueldades
y el egoísmo.
Mas, contra estos se levanta
otra chusma, y no es quimera:
es parentela que espanta,
por que es gente lisonjera;
y para ellos la non sancta.
Yo no sé si bien me explico,
pero hablo de esos demonios,
que a título de su pico,
y de cuatro testimonios
se hacen parientes del rico.
Desentierran las abuelas,
rastrean las genealogías,
ensartan mil parentelas,
y al fin llevan sus sangrías
de estas suaves sanguijuelas.
De modo es, que a los ricos
parientes sobran;
cuando el pobre no halla uno
que lo socorra.
Deudos le faltan,
pero deudas si tiene,
y a veces ¡cuántas!
Cuando importa al interés
el más extraño es pariente;
pero si no es conveniente
el más cercano no lo es.
Cuando el hombre necesita
seducir a una mujer
su sobrina la hará ser
su prima o su comadrita.
Y así todos; más si ven
que no han de sacar partido,
del pobre deudo abatido,
¡qué bien los niegan! ¡qué bien!
Éstos son los que el refrán
aprovecharán mezquinos,
y sus míseros sobrinos
jamás en ellos verán.
Ni aún de caridad asomos;
pues les dirán con desvío:
no me llame usted de tío
cuando ni parientes somos.
José Joaquín Fernández de Lizardi
Notas del autor:
(a) Suelen llamarlos huérfanos: y aún tratarlos como a tales.
(b) De nada sirve el rigor después de conocido el yerro; antes en este caso es mejor el celo, junto con la severidad y el cariño; porque no sea que las muchachas viéndose maltratadas con extremo, y no teniendo más qué perder, rompan el dique del respeto y vergüenza, y se prostituyan públicamente, como sucede muchas veces.
(c) Nada se consigue con esto; sin hacer que el hijo no reconozca a su madre, ni la tenga amor ni respeto cuando grande: lo que trae fatales resultas, y esto es bastante común.
Notas del editor UNAM-IIF:
(1) Texto mencionado en Luis González Obregón. Novelistas Mexicanos: Don José Joaquín Fernández de Lizardi (El Pensador Mexicano) (México, 1938), pp. 110-111, atribuyéndolo a la Oficina de Ontiveros, 1812. [en Obras XIV, pp. 29-36. Nota de los editores UNAM].