LOS CONSEJOS DE UNA MADRE A SU HIJA LA DONCELLITA (1)
Una vieja asquerosa,
tuerta de un ojo, de otro legañosa,
cuya larga nariz, si bien la explico,
se le puede antojar a algún perico;
la cara nada lisa,
boca sumida, barba de repisa
con un lunar de pelos tan extraño
que tal vez lo tomara un ermitaño,
y con mil gracias de éstas, cierto día
a una pobre muchacha así decía:
Oye, querida hijita,
quince años tienes ya, y eres bonita:
sabe que la hermosura
perece como flor, si mientras dura
no buscas un cortejo
yo breve moriré, pobre te dejo:
te hallarás sin dinero,
y sin un caballero
que sin malicia, pues, honestamente
te mantenga en tu casa muy decente;
y así, hija, porque lo halles
vístete como se usa, anda las calles,
que es principio sentado
que santo que no es visto, ni adorado
es tampoco, mi vida,
anda con garbo, no seas encogida,
de divertirte trata,
no te metas a beata
que causarás enojos,
y nadie te dirá ¡qué lindos ojos!
Éste un traje sea
que la moda hace amable hasta una fea:
el túnico traerás bien embarrado
de tafetán, de coco muy delgado,
o ya de muselina
o de otra cualquier cosa; pero fina,
el caso es que el pellejo
se deje traslucir: este consejo
mi alma, porque te asombre,
hará que cualquier hombre
en viéndote, al instante
deseará por lo menos ser tu amante,
y mas si el tuniquillo
sube una cuarta arriba del tobillo;
si tiene su desgote, de manera
que los pechos descubra, que es friolera
andar con pañueletas
propias para la edad de las chancletas: (2)
pues tienes lindos brazos,
desnúdatelos todos, que son lazos
en que caerán, no digo los mocitos;
sino los viejos más chucharraditos; (3)
las medias, ya se sabe
tendrán color de carne, cuanto cabe,
que es una moda honesta y exquisita
que da a entender quién es la señorita
que tales medias usa,
a más que lo que se usa no se excusa;
y cuando las doncellas
no puedan por el lujo andar sin ellas
con las piernas peladas
han hallado este arbitrio, que pintadas
las medias del color que yo las veo,
manifiestan, al menos, el deseo
con que todas quisieran
andar desnudas porque así las vieran;
el zapato, ya sabes, Carmelita,
blanco, color de rosa, todo incita;
por bajarme a los pies de tu belleza,
se me olvidaba, niña, la cabeza,
aunque es más importante
componerse los pies; pero adelante.
Si quieres ser pelona según arte,
llama al barbero, y manda trasquilarte;
ésta es moda barata, y con dos reales
se tusan y trasquilan otras tales;
por lo que hace a las furias y escorpiones,
cuernos, culebras, gatos o ratones;
tuyos son tus cabellos
y hacer podrás cuanto quisieres de ellos,
que pues es moda, y se usa,
¿qué conque te parezcas a Medusa?
mas mira, te aconsejo
no gastes peluquero: con tu espejo
y un fierrito caliente
te puedes engrifar toda la frente,
o con aguas de azúcar, de membrillos,
o de linaza y unos papelillos
te puedes enrizar como quisieres
que así se enrizan las demás mujeres;
el chal, si es de color, tráelo de modo
que muestre el pecho, y que descubra el codo,
y si fuere de iglesia, o negro sea,
súbelos a la cabeza, que se vea
toda la espalda, brazos, y pescuezo,
pechos y cara, mi alma, pues con eso
conocerán tu intento
y que lo traes no más por cumplimiento;
el abanico exige mucho curso,
por eso no fatigo tu discurso
con sus reglas prolijas,
por ahora basta sólo que lo rijas
con tal marcialidad y tal gracejo
que no parezcas nueva en su manejo;
tu andar que sea con aire y desenfado,
el cuello erguido, el rostro levantado,
los brazos [h]acia atrás, como es corriente,
los hombros bajos; pero el pecho al frente,
los ojos bailadores
que al mirar hagan diestros mil favores:
si hubiere pretendientes
con gracia y risa muéstrales los dientes,
nunca en esto hay excesos,
a unos gusta la carne, a otros los huesos,
y hay dientes tan dichosos
que por ellos suspiran mil babosos.
A los bailes conmigo
irás, hija, y harás lo que te digo:
baila con ligereza,
con pies, con brazos, ojos y cabeza,
baila con la cintura,
que no es desenvoltura,
el arte lo permite
no esperes que a lo malo yo te incite;
en todo caso, baila honestamente,
que se te vean las piernas solamente,
que enseñar mas allá de las rodillas
se queda para locas coquetillas;
aprende los refranes
que se usan en el día, los ademanes,
que hagan las señoritas de tu clase,
que parece friolera y al caso hace:
no hagas dengue ninguno
que ése es estilo viejo e importuno;
cuando en las contrandanzas te besaren,
te tocaren los pechos o abrazaren,
no te espantes, mi vida,
que dirán, eres paya o presumida;
este modo es corriente,
cualquier marido y padre lo consiente,
bien saben lo que pasa;
pero si no es posible estarse en casa.
Con sólo estas lecciones
tú tendrás pretendientes a millones,
y cuando ya los tengas, te suplico
que escojas, mi alma, aquel que sea más rico:
quien tiene más dinero
ése es más caballero,
el que es más dadivoso
ése es el más galán y más garboso.
A nadie le hagas asco,
no en éstas y las otras lleves chasco;
pero siempre procura
que nadie logre en balde tu hermosura,
sino a cualquier que vieres es blandito
arráncale algo, mi alma, con modito.
Jamás formes querella
por negar ni afirmar que eres doncella,
defender doncelleces
hoy son ridiculeces,
pues aunque no lo fueres no te asombre
pues para el caso, esto es cuestión de nombre,
y mil doncellas tales, han andado
novenas por salir de tal estado:
varias doncellas guardan continencia,
por falta de lugar y conveniencia;
otras por pobres, otras por muy feas,
y así de estas doncellas no te creas,
pues si pudieran todas,
cada día hicieran un millón de bodas.
Si lograres, ya dije, algún cortejo,
que no sea pobre, mi alma, aunque sea viejo:
como no sea mezquino,
aunque sea lazarino,
aunque sea un majadero,
porque todo lo tapa don dinero;
pero si otro pujare la postura,
hazlo al punto señor de tu hermosura;
tú nunca te apasiones,
sino de aquel que tenga mas doblones, (4)
y al instante que se halle,
el viejo poseedor vaya a la calle,
pues, si fuere celoso;
que si fuere prudente y bondadoso,
y los cuernos sufriere con constancia,
entonces a más moros más ganancia.
Por ahora basta ya de aconsejarte,
tú harás cuanto estuviere de tu parte,
porque si no lo hicieres, hija mía,
te quedarás sin duda, para tía.
Así acabó la vieja, haciendo un gesto,
no sé lo que la niña habrá respuesto.
¿Quién creerá que haya madre condenada
que a su hija dé leccion tan endiablada?
¿Quién lo creerá? ninguno;
me responderá alguno
que admirado contemplo,
a quien yo le diré: con el ejemplo
muchas dan a sus hijas
lecciones aun más claras y prolijas:
el alabarlas ciertas libertades,
es decirlas prosigan sus maldades:
franquearlas la ocasión,
es terrible lección:
el no evitar aquello que las toca,
lo mismo es que mandarlo con la boca;
la paciencia indulgente,
con que todo consiente
a la hija licenciosa,
la madre inicua, digo ¿es otra cosa
que darla esta maldita
lección más clara que ésta que está escrita?
¡Ah, que no fueran tantas las coquetas,
si no tuvieran madres alcahuetas!
José Joaquín Fernández de Lizardi
Notas del editor UNAM-IIF:
(1) Texto mencionado en Amaya Garritz, Impresos novohispanos, tomo I, p. 230. Publicado por Nancy Vogeley.
(2) chancleta. Despectivo de mujer joven.
(3) cucharraditos: ladinos.
(4) doblones. Monedas de oro equivalentes a 25 pesetas.