QUEJAS DE ALGUNAS MUJERES EN EL TRIBUNAL DE APOLO (1)
A ti, sagrado Apolo,
vienen nuestros afanes
a pedirte justicia
y a invocar tus auxilios y piedades.
Tú, dizque de los poetas
eres el primer padre
(lo que creer no queremos,
pues en eso, tal vez, sería agraviarte).
Pero en fin, si así fuere,
es tu desdicha grande,
que no sabes las maulas
que son ésos tus hijos detestables.
¡Oh, cómo sentiremos
que en verdad seas su padre!
Juez serás sospechoso,
porque te tocan bien las generales.
Mas no; fuera temores,
fuera vanos pesares,
que aunque tus hijos sean,
no admiten disimulo sus maldades.
De ellos, famoso Apolo,
hoy llegan a quejarse
unas pobres mujeres,
esperando piadoso las ampares.
¿Qué motivos hemos dado
las hembras tan amables,
para que estos follones
en sus sátiras siempre nos ensarten?
¿Acaso nuestro sexo,
sea débil o cobarde,
ha de facilitar
el que éstos sin defensa nos ultrajen?
¿Los hemos agraviado
o causado pesares,
para que con la pluma
procuren con nosotras desquitarse?
Apenas hay papel
(aun de los más fatales)
en que no satiricen
a los seres del mundo
más amables.
Todo hombre (y es notorio),
plebeyo o personaje,
nos rinde adoraciones
y nos tributa humilde vasallaje.
¿Y sólo estos trompetas
cara de tiquitraque, (2)
nos han de baldonar,
sacando nuestras faltas a la calle?
¡Oh, Júpiter divino!
no duermas; dinos: ¿qué haces?
Consume con tus rayos
la casta de estos poetas tan infames,
mas que no haya en el mundo
quién haga odas, romances,
letrillas maliciosas
ni endechas socarronas miserables.
Acábese la raza
de tanto badulaque,
conviértase en ceniza,
y ésta, ni aun en el viento lugar halle.
¡Oh, Apolo! tú dispensa
execraciones tales,
y llévate al Parnaso
a éstos tus hijos a comer zacate;
pero no, no los lleves
donde las musas se hallen;
son mujeres al fin,
y ¿qué se les dará que sean deidades?
Dirán que es Melpomene
trágica inconsolable,
Euterpe muy funesta
y una coqueta Erato; ya se sabe.
Ninguna de las otras
se quedará sin parte,
y puede que por ellos
se te amotinen todas y te arañen;
y así, no los conduzcas
a tan bellos lugares;
échalos con los faunos,
tritones y avechuchos de esta clase;
mas llévalos adonde
a ti se te antojare,
que lo que nos importa
es el que de nosotras se separen.
Porque no hay sufrimiento
para ver estos sacres
entrometerse en todo
y en cualesquier cosilla (3) ensangrentarse;
parece que no tienen
más negocio en qué emplearse,
sino en estar pendientes
de cuanto una mujer estrena o hace.
Ya si tenemos cuernos,
culebras o alacranes, (4)
si nos ponemos furias (5)
o si pelarnos nos afea el semblante.
Como si ellos nos dieran
blondas o tafetanes,
gritan: que muy estrechos
los túnicos (6) están, pueden rasgarse.
Se arrogan los derechos
de censores o padres,
y sin que les pregunten
nos van dando consejos muy morales.
Pero éstos, ¿cómo son?
¡ah, pícaros mordaces!
mezclados con la songa (7)
de sátiras burlescas y frialdades.
Ellos tienen cuidado
si la niña va al baile;
si la casada gasta
más de lo que el marido puede darle;
si la vieja se afeita
y quiere remozarse;
si la viuda procura,
por olvidar sus penas, desviudarse;
si ésta besa a su amiga;
si aquella tose... ¡Tate!
¡que ni aun una tosida
a estos malvados hoy se les escape!
Yo creo que ha de llegar
día en que estos sacrifantes (8)
vayan a las cocinas
a contarnos los ajos y tomates.
Y luego, no es lo peor
que fueran tan procaces,
sino que al punto tratan
de llenar la ciudad de disparates.
Les buscan titulillos
a ésos sus papasales
los más desesperados,
los más raros y más extravagantes.
Y esto ¿por qué lo harán?
¿Tan sólo por atraerse
al vulgo? Bueno fuera;
sino por provocar a los capaces.
De este modo los poetas,
los sabios e ignorantes,
los viejos, los muchachos,
las fregonas, las criadas y los pajes,
se ríen alegremente,
y mezclando donaires,
su dedo nos señala
en el paseo, en la iglesia y en la calle.
Somos el verbi gratia
del viejo despreciable,
del tétrico, del sabio,
del cochero, del mozo y del tunante.
Ya tu verás si acaso
nos quejamos de balde;
duélete de nosotras,
muévate nuestro llanto y nuestros ayes.
Castiga de tus hijos
las sátiras mordaces,
pues ves que con los hombres
nos pretenden poner de mal talante.
Destiérralos al Ponto
(que ya de poetas sabe), (9)
envíalos al Infierno
o déjalos, si quieres, en el aire.
Si acaso desterrarlos
a tu amor no le place,
llénalos de ladillas,
de piojos, sarna, salpullido y landres;
a lo menos así
tendrán en qué ocuparse,
y quizá con nosotras
omitirán más dares y tomares.
Apolo, por tu vida,
por la alma de tu madre,
por tus amores viejos,
dispénsanos benigno tus piedades.
Así todas las musas
a abrazos te desmayen,
y jamás se marchite
el laurel verde de tu hermosa Dafne.
Dijeron; y el padre Apolo
comenzó a desperezarse,
y decretó en un bostezo:
Vaya, ahí veremos qué se hace.
José Joaquín Fernández de Lizardi
Notas del editor UNAM-IIF:
(1) México. En la oficina de doña María Fernández de Jáuregui, año de 1811. Pliego suelto, 8 pp. en 8° (NM, p. 104). Lacunza, en uno de los artículos polémicos contra Fernández de Lizardi en el D. de M. del viernes 20 de diciembre de 1811, t. XV, núm. 2270, p. 695, nota 1, lo califica de «gran papelón», agregando que la palabra «trompeta» empleada por su autor es «aplicada temeraria y atrevidamente a los poetas, que a la verdad con más tino que vuestra merced censuran las costumbres públicas...». RE, pp. 123-130.
(2) tiquitraque. Barbarismo por triquitraque.
(3) cualesquier cosilla. Solecismo usual en Lizardi, y frecuente en el lenguaje vulgar, de hacer concordar el pronombre indefinido plural con un sustantivo en singular.
(4) cuernos, / culebras o alacranes. Mechoncillos ahilados en formas semejantes a las indicadas con esos sustantivos.
(5) furias. Copete, cabello revuelto y levantado sobre la frente. Santamaría, Dic. mej.
(6) túnicos. Cf. nota 4 de Ninguno diga quién es, que sus obras lo dirán.
(7) songa. Burla disimulada y cazurra; ironía solapada; chunga velada. Santamaría, Dic. mej.
(8) sacrifantes. Posible errata por sacripantes. Sacripante es un personaje malvado en el Orlando furioso de Ariosto. Como galicismo equivale a pillo, granuja.
(9) Alusión al destierro de Ovidio.