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LA GLORIA DE MÉXICO EN MARÍA SANTÍSIMA DE GUADALUPE (1)

VEJESTORIA

¿Y por qué no permitido
a mi rudeza notoria
le será el hacer memoria,
como criollo agradecido,
de la sagrada María,
que en Guadalupe adoramos
y a quien todos festejamos
con júbilo en este día?
Debe, sí, todo cristiano
alabar a este portento;
pero con más fundamento
el felicísimo indiano;
bien que María no limita
su favor al extranjero
que con afecto sincero
humilde lo solicita;
bien está que en el Calvario
por hijos nos adoptó
a todos, y no afirmó
en Tepeyac (2) lo contrario;
bien, y más que bien, está
que en cuantos el mundo adora
retratos de esta Señora
es a María aquí y allá;
bien está, reino, si escuchas
que a diferentes naciones
en varias apariciones
hizo María gracias muchas;
bien está todo esto, sí:
mas mi musa para bienes
te da, América, pues tienes
todos los bienes en ti:
no en tus nobles sentimientos,
no en tus timbres heredados,
no en tus climas moderados,
no en tus sublimes talentos,
no en tus célebres grandezas,
no en tus singulares granas,
no en tus exquisitas lanas,
no en tus preciosas bellezas,
ni aun en el oro que ocupe
y plata en los montes reales,
ni en perlas septentrionales,
pues tienes en Guadalupe
la preciosa margarita,
la sin liga virgen plata,
el oro que se aquilata
más fino, la sacra indita.
Celebren la Valenciana
cuanto quieran los mundanos,
que entre nos los mexicanos
está la Guadalupana.
Véanse los montes, uno a uno,
los más ricos minerales;
por la plata han sido reales,
pero sagrado ninguno;
sólo, sí, sin competencia,
del Tepeyac el cerrito
fue por la Virgen bendito
y santo por su presencia. (a)
En él se halla, sí, a María,
que es la singular riqueza,
como socorro en pobreza;
en desconsuelo alegría;
en enfermedad salud;
en naufragio feliz puerto;
en dudas consejo cierto;
en revolución quietud;
en orfandad y viudez
madre siempre liberal;
un perenne manantial
de abundancia en la escasez;
en fin, toda para todos;
cuantos la invocan rendidos,
todos salen socorridos
en mil diferentes modos.
¿Mas de dónde dicha tanta
nos pudo venir, Señora,
que a ser nuestra protectora
vengáis del cielo? ¡Esto encanta!
¡Que la madre del Señor
nos venga a favorecer
sin poderlo merecer,
es un singular favor!
Y tanto, que es sin segundo,
pues sin duda ni opinión
sólo la indiana nación
lo cuenta, y no otra en el mundo. (b)
Hagan en buena hora ufana
ostentación las naciones
de efigies y apariciones,
mas no otra Guadalupana. (c)
En belleza es singular;
sin igual su aparición;
constante su protección;
sus cultos no tienen par (d)
(aunque la envidia ha intentado,
con malicia bien grosera,
decir que este lienzo era
humanamente pintado;
los célebres profesores
que ha habido aquí de pintura
afirman que esta hermosura
es sobrehumanos primores). (e)
La circunstancia especial
de haberse María quedado
en el cerro en que adorado
fue un torpe busto infernal; (f)
la constante tradición
de padres a hijos venida
del caso; la recibida
jurídica información; (g)
la duración prodigiosa (h)
en lienzo tan corruptible;
aquel encanto apacible
de la imagen milagrosa;
el amor que a esta Señora
tiene su México amada;
su confianza declarada
en ella cuando la aurora; (i)
los dones no interrumpidos,
que en ese cerro ha franqueado
a cuantos la han suplicado
sus favores prometidos;
todo esto y más que dijera,
pluma, si hubiera papel,
obliga a idolatrar el
simulacro en que veneras,
México... ¡dicha notoria!
tus delicias, tu alegría,
tu todo, pues María
de Guadalupe tu gloria.

SONETO

Bendita seas, sagrada Aurora hermosa;
bendita seas, del Padre hija divina;
bendita seas, del Hijo madre dina;
bendita seas, del Paracleto esposa;

bendita seas, Ester siempre piadosa,
por quien el sacro Asuero el cetro inclina;
bendita seas, Judit amable, fina,
que libras a tu pueblo generosa;

aplaca, madre tierna, los enojos
de tu Hijo sacrosanto: la ira insana
y la discordia cruel queden despojos

de tu gran protección, bella serrana.
Envía la paz, Criollita de mis ojos,
envía la paz, Ester Guadalupana.

autógrafo de José Joaquín Fernández de Lizardi

José Joaquín Fernández de Lizardi


Notas del autor:

(a) Elegi, et sanctificavi locum istum, ut sit ibi nomen meum, et permaneant oculi mei et Cor meum ibi cunctis diebus. Aña. In Off. B. V. Mariae de Guadalupe.

(b) El epígrafe que tiene esta santa imagen, tomado del santo David, y es: Non fecit taliter omni nationi, se le dio solemnemente en Roma por el señor Benedicto XIV; y no como quiera, sino después de haberse seguido un juicio contradictorio con otras célebres imágenes del mundo. Véase la relación de la congregación en Madrid, por don Antonio Rivera.

(c) Aunque en Extremadura hay una imagen del mismo nombre, en un pueblo que lo toma del río de Guadalupe (que en arábigo significa río de Lobos), es diferentísima de la nuestra, pues aquélla es de bulto con un niño en los brazos; ésta pintada y sin niño; aquélla es hecha (según noticias) por San Lucas; ésta, o por sí misma, o por los ángeles. Es opinión también, que la Nuestra Señora dijo a Bernardino que se le llamase Nuestra Señora de Cuautlalapan, por llamarse así el lugar donde se apareció, y los españoles ignorantes del idioma mexicano, corrompieron la voz.

(d) No sé otra imagen de María Santísima que tenga más: es venerada Nuestra Señora de Guadalupe de México en Roma, en Italia, en Austria, en Alemania, en Baviera, en Bohemia, en Polonia, en Nápoles, en Flandes, en Irlanda, en Transilvania; en España se venera en Galicia, Valladolid, Guadalajara, Alcalá, Barcelona, Sevilla, Cádiz, Salamanca, etcétera. En Madrid tiene tres capillas, y cultos en más de cincuenta iglesias.
En esta corte se erigió el año de 1740 una congregación a esta soberana imagen, de la que fue hermano mayor el señor don Felipe V, y firmó en el libro de asientos de su propio puño, no de estampilla, y vinculó este título para sí y los señores sus sucesores, como lo fueron: María Bárbara, reina de España, Isabel Farnesio, reina viuda de España, Fernando VI, Luisa Isabel, primera hija del rey de Francia, María Teresa Delfina de id., etcétera. A este tenor fueron congregantes innumerables cardenales, arzobispos, obispos, dignidades, párrocos, generales de religiosos, grandes de España, gentiles hombres, caballeros de todos órdenes, militares de todas clases, señores del consejo, togados, doctores, etcétera.
Véase la relación del culto de esta congregación por don Teobaldo Antonio de Rivera, ibi.

(e) Léase La Maravilla americana, que compuso el inmortal Cabrera; las aprobaciones y dictámenes que en ella constan de otros excelentes pintores; que todo se imprimió en esta ciudad el año de 1756, a expensas del ilustrísimo señor Rubio y Salinas.

(f) En Tepeyac adoraban los indios a la Teotonantzin o madre de los dioses, y este lugar eligió para quedarse a favorecernos la verdadera madre del solo Dios y nuestra.

(g) Léase La Felicidad de México, por el bachiller Luis Becerra Tanco

(h) Desde el año de 1531 en que fue la feliz aparición, hasta el presente de 1811, van sólo 280 años.

(i) El año de 1789, se observó en esta ciudad un meteoro que los físicos llaman aurora boreal; asustada la mayor parte de los habitantes creyendo era fuego del cielo, entre el desorden del espanto, huía la gente, dejándose sus casas abiertas; ¿y adónde? Al santuario; siendo así que por aquella parte se observaba el que se temía fuego, y sin embargo, gritaban las azoradas gentes: Al santuario, a Nuestra Señora de Guadalupe, como si dijera: Vamos a buscar el amparo de Nuestra Madre en su santuario, que estando allá, llueva fuego el cielo, que estamos bien seguros. El caso todos lo saben; muchos viven de los que corrían a Tepeyac. ¡Rara confianza y con razón!


Notas del editor UNAM-IIF:

(1) Imprenta de doña María Fernández de Jáuregui. Año de 1811. Pliego suelto, 8 pp. en 8°.

(2) Tepeyac. Cerrillo a cinco kilómetros al norte de la ciudad de México.


UNAM Universidad Nacional Autónoma de México - Instituto de Investigaciones Filológicas
El Pensador Mexicano - Poesía de José Joaquín Fernández de Lizardi


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