LAS FEAS CON GRACIAS,
Y LAS BONITAS CON TACHAS (1)
DIÁLOGO
ENTRE EL AUTOR Y SU MUSA
Autor: Musa, pues eres parlera
y entre chanzas desengañas
¿no me dirás cuáles son
ya las gracias, ya las tachas,
con que a bonitas y feas
hace el refrán alharacas?
Musa: Sí, te diré; pero sabe
que las verdades amargan,
y aunque mucho las alaben,
no las quisieran tan claras;
especialmente tratando
de defectos de las damas,
porque éstas, sin duda alguna,
se juzgan excepcionadas
de todo error; antes tienen
por excelencias sus faltas.
Autor: No te pares en pelillos,
débil musa o musaraña;
dime lo que te suplico
con sus pelos y sus lanas,
que como tiras al vicio
y persona no señalas,
ni a Dios, ni a Roque, ni a rey
tildas, ofendes ni agravias.
Cuando pintas sus defectos,
no las dices que los hagan;
antes el satirizarlos
es porque les causen basca.
Horacio, Juvenal, Persio
y otros muchos, ¡con qué gracia
el vicio ridiculizan,
mofan, burlan y maltratan!
Si alguno quiere tomar
vela donde no lo llaman,
échese la culpa a sí,
que tú a ninguno retratas.
¡Bonito es, por vida mía,
que se escuecen y se espantan
de ver el vicio pintado,
y de bulto se lo tragan!
Y así, deja boberías,
y aquel que cayere, caiga.
Musa: Pues tienes tanto valor,
asómate a la ventana,
que las gracias y defectos
te diré de las que pasan,
por que burles los segundos
y las primeras aplaudas.
Autor: Aunque malo y pecador,
haré justicia cerrada.
Heme aquí ya en el balcón,
hecho loro... Zas; ¿qué aguardas?
Musa: Mira aquella señorita
del túnico de alepín;
su cara es de serafín;
¡qué ojos tiene! ¡qué boquita!
Es ciertamente bonita,
pues su frente, sus narices,
sus mejillas, sus matices,
su cuerpo..., todo es perfecto;
pero ¡ay! que tiene un defecto.
Oye y no te escandalices.
Ella dice que es doncella;
puede ser, de las del día;
yo no lo aseguraría
por más que lo diga ella,
pues después de ser tan bella,
cuantos tiene lisonjeros,
son públicos pregoneros
de que es loca la muchacha.
Autor: ¡Ay, qué tacha!
Musa: Pues mira a esa que va allí,
la del túnico (2) bordado,
del zapatito rosado
y el chal verde y carmesí:
pues a ésa muy bien la vi,
y cierto es, nada bonita,
porque es chata, trigueñita
y juzgo le falta un diente;
¡mas qué honrada es! ¡qué prudente!
¡qué honesta la pobrecita!
¡Con qué juicio! ¡con qué afán
(ésta sí que es hermosura)
se desvela en la costura
o en bordar el tafetán,
por sólo buscar el pan
y mantener a su madre
después que faltó su padre,
que fue su mayor desgracia!
Autor: ¡Ay, qué gracia!
Musa: Pero aquella que estirada
va con el largo velillo,
y aun sin llegar al tobillo
muestra la media calada...,
mírala..., que destapada
ahora pasa puntualmente.
¡Cómo se van de la gente
los ojos tras su compás!
Ya te mira... Háblala... Zas;
¡qué tal! ¿es bonita? Tente,
tente, porque esa señora,
con su condición liviana,
enviuda cada mañana,
aunque se casa cada hora.
Así su boato mejora
y el lucimiento que ves:
es su fuerte el interés
de esta preciosa muchacha.
Autor: ¡Ay, qué tacha!
Musa: Mas aquella que allí viene
con un niño de la mano,
que su paso es liso y llano,
y de belleza no tiene
sino los quince: conviene
saber es recién casada,
y tan virtuosa y honrada,
tan discreta y entendida,
que en su barrio es aplaudida
y en su casa es adorada.
Por dichoso se ha tenido
su esposo con esta niña:
jamás en su casa hay riña;
él siempre anda muy prendido;
cuanto trabaja ha lucido,
pues los esmeros prolijos
de ella, con él y sus hijos,
son sobre toda eficacia.
Autor: ¡Ay, qué gracia!
Musa: Pero al demonio se da
el marido de otra hermosa
llamada doña Olorosa
por lo sahumada que va.
Mírala, aquí viene ya.
Innegable es su gracejo,
su donaire, su despejo.
Cierto, es la muchacha bella;
pero el que viene con ella
no es su deudo; su cortejo.
Por mantener tanto porte,
arruinado está el marido;
todo el caudal ha perdido
su bellísima consorte.
Que mucho que poco importe
la moda, ella ha de estrenar;
si él no se la puede dar,
por no sufrirla se agacha.
Autor: ¡Ay, qué tacha!
Musa: No la tendrá me parece
en tu juicio mi Ignacita;
aquí viene: no es bonita,
mírala; pero merece
que de alabarla no cese
mi afición, porque es curiosa,
mujercita, primorosa,
humilde, dócil, prudente,
fina, honrada, diligente,
amable, sabia, virtuosa.
Con un pobre se ha casado
de muy estrecha fortuna;
jamás ella lo importuna;
antes trabaja a su lado
con constancia, y ha logrado
el desterrar la pobreza
de su casa. ¿Qué belleza
se compara a la de Ignacia?
Autor: ¡Ay, qué gracia!
Musa: Pues en estos retratos
que no se dificultan,
se miran las virtudes
lucir sin hermosuras,
y bellezas se ven
de virtudes desnudas,
o ya porque se crían
al estilo que se usa,
o porque mentirosos
los hombres las adulan
llamándolas deidades,
lo que hace que presuman
que todas son perfectas,
sin mácula ni culpa.
Así se ensoberbecen
y aumentan sus locuras,
al término más claro
que no se disimulan,
y así llenan de tachas
su feliz hermosura.
Otras a quien negó
sus favores natura,
con gracias y virtud
se embellecen sin duda,
y para esposas son
sobradamente pulcras.
Mas no por esto creas
que la virtud repugna
al bello rostro, ni éste
de la virtud se oculta;
ambas a dos se llevan,
ambas a dos se adunan
belleza y discreción,
juicio y linda figura;
pero ¿dó se hallará
tan hermosa criatura?
Es el Fénix: con todo,
la hallarás si la buscas,
que el decirte que hay pocas,
no es negar que hay algunas.
¡Oh, tú, mortal feliz!
tu dicha será mucha
si tu amada posee
a un tiempo la virtud y la hermosura.
José Joaquín Fernández de Lizardi
Notas del editor UNAM-IIF:
(1) 1811 ó 1812 (NM, p. 108). Pliego suelto, 8 pp. en 8º S. 1. ni f. de i. RE, pp. 269-277.
(2) túnico. Cf. nota 4 a Ninguno diga quién es, que sus obras lo dirán.