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AUNQUE LA MONA SE VISTA DE SEDA
MONA SE QUEDA (1)

Algunos refrancillos
son verdaderos
si los moralizamos
tienen misterio.
Éste es corriente
y tiene más cófrades
que te parece.

MONA PRIMERA, UNA VIEJA COMPUESTA.

¿Para qué de currutaca
se viste usted nana Chora?
¿por qué las canas se tiñe
con mil menjurjes y drogas?
¿por qué paga a la dentista
los dientes postizos a onza?
¿por qué afecta tanto la habla,
que está, ya por fuerza ronca?
¿por qué le gusta el paseo,
la tertulia y la chacota?
¿por qué se mezcla a porfía
siempre entre la gente moza?
¿por qué niega de su edad
las dos partes, mentirosa,
y si tiene noventa años;
los treinta sólo menciona?
¿Pero para qué pregunto,
cuando no hay quién me responda?
Yo responderé, nanita,
y responderé por todas.
Lo dicho; y aún mucho más
hacen estas viejas locas,
lector ¿tú sabes por qué?
pues a cólera provoca:
por ver si encuentran amor,
¿te ríes? pues no es otra cosa:
Yo conozco viejecita,
que dice que la enamoran;
y es el caso que ella tiene
algo en reales, y así topa
la estafa, el hurto, la trampa
u otra semejante droga;
no faltará zaragate
que la llame su paloma:
y por más que se lo diga
por lo cana, y por lo boba,
ella firmemente cree
que es muchacha, y dio la hora.
Yo en caridad las diré
a ésta, y a otras una copla.

Aunque a la mona vistan
de sedas varias
jamás encubrirán
sus malas mañas.
Así las viejas;
aunque más se compongan,
viejas se quedan.

MONA SEGUNDA: UNA FEA AFEITADA.

Ya que el cielo la negó
la hermosura a Doña Petra;
(aunque en bienes de fortuna
no la ha dejado por puertas)
ella procura suplir
esta falta con viveza:
mil botecitos y tazas
la verás sobre su mesa
tocador, espejo, peines,
pincelillos y escobetas:
albayalde, (2) solimán,
cascarillas, quina, yemas:
y que se yo cuántas cosas
en cara y dientes emplea.
En las modas y los trajes
siempre la verás primera:
profana como ninguna,
pintada como muñeca;
cortejada como rica,
presumida como necia,
y después de tanto como
sigue el otro: como fea:
y a pesar de que el cristal
sus defectos la presenta,
ella piensa que es bonita,
pues, sino que las viruelas...
el latido... el aire... el clima
que sin duda no la asienta
la tienen descolorida,
y su dentadura negra;
pero que con los remedios
no habrá quien nada la advierta.
Para que note su engaño,
lleve su coplilla a cuestas:

¿De que sirve a la mona
la compostura?
Está tan fea vestida
como desnuda.
Monita fea
por más que te compongas
mona te quedas.

MONA TERCERA: COQUETA DECENTE.

Yo conozco a Sinforosa
bonita como una plata:
toca que es una delicia;
como un jilguerillo canta:
baila ¡Jesús! como nadie:
como un Demóstenes habla;
y en medio de tanta prenda:
en el centro de estas gracias
tiene la infeliz... ¿lo digo?
pues, Señor, tiene una falta.
¿Una falta? y es lo peor
que donde ésta está no hay nada
pues, nada embelesador,
nada bueno, ¡cosa rara!
¿Pues qué será? Ser coqueta:
una mujer, ser liviana
y ser... pero no se puede
decir más: ya está bien clara
la falta de Sinforosa:
todas sus prendas desgracia
con esto; los mismos hombres,
que la celebran y alaban
a su vista, lejos de ella
la murmuran y la nausean:
y no haya miedo se enmiende,
si ellos de lisonjas tratan.
Yo sí, yo sí la diré,
y más clarito, que la agua:
que es una boba, una loca,
coquetilla, y arrastrada,
sin vergüenza, sin honor;
y aunque brille con alhajas;
aunque ande en coche, aunque tenga
criados, visitas, gran casa,
si su conducta es la misma
que la de las encerradas,
(por no decir, recogidas)
sepa y advierta, y no es chanza:
que el uno, dos, tres o cuatro
de los hombres, que la tratan
de coquetilla sordina
un puntico no la bajan.
Pero vaya su coplita
porque el refrancillo salga.

La mona será sucia,
aunque la vistan;
la coqueta, coqueta
mas que sea rica.
Pues, Sinforosa
¿se enmendará por esto
como la mona?

MONO PRIMERO: UN NECIO BIEN VESTIDO.

¡Válgame Dios cuántos tontos
miro por ahí bien vestidos
de mil diferentes modas,
y de mil trajes distintos!
Y entre ellos ¡Oh, cuántos cascos
con cédula de vacíos
de razón, y de prudencia,
ciencia, reflexión, y juicio!
y es lo peor, que no conocen
su necedad ellos mismos;
y más, cuando a la violeta
se han graduado de eruditos;
si se callan, que no es fácil,
hacen algún beneficio;
pero si son tarabillas,
¡Jesús! y qué desatinos,
qué boberas, qué frialdades
necedades y delirios
hablan! si... no hay sufrimiento
para escuchar a estos bichos.
(De éstos son los que murmuran
muchos de estos papelillos), (a)
Pero sobra qué decir:
no hay lugar: va de versito.

Vistan bien a un monito
y hará visajes,
que la naturaleza
no muda trajes.
Así mil veces
necio el necio se queda,
aunque decente.

MONO SEGUNDO: UN COBARDE ARMADO.

Con una larga patilla,
que llena toda la cara;
o sea a modo de zalea,
o de chibatuna barba,
un sable de vara, y media,
una de pistolas charpa;
un mirar como con dengue,
un habla muy ataimada,
unas palabras obscenas,
o las más desvergonzadas,
quiere pasar por valiente
Don Roque, y es una mandria,
pues si un hombre le acomete
donde no halla camaradas,
que me mochen si no toca
al punto la retirada,
le cantaré su coplilla
porque le sirva de vaya.

Si a un mono le colgaran
una espadita,
él fugara con ella
que fuera risa.
Mas no pudiera
usarla el pobre mono
en su defensa.
Otros monos, y monas
por ahí encuentro;
pero quiero dejarlos
en el tintero.
Pues aunque lean
sus vicios y disfraces,
Monos se quedan.

autógrafo de José Joaquín Fernández de Lizardi

José Joaquín Fernández de Lizardi


Notas del autor:

(a) Esto no habla con don J[uan] M[aría] L[acunza] que me ha censurado en los diarios: este sujeto, a pesar de que me criticó por sostener su opinión, me debe el concepto de instruido: habla con muchos majaderismos que, a título de su empleo, traje o dinero, pretenden pasar por sabios, siendo unos machos.


Notas del editor UNAM-IIF:

(1) Texto localizado y publicado por Nancy Vogeley. Mencionado en Luis González Obregón. Novelistas Mexicanos: Don Joaquín Fernández de Lizardi (El Pensador Mexicano), 1938.

(2) albayalde. Carbonato de plomo.


UNAM Universidad Nacional Autónoma de México - Instituto de Investigaciones Filológicas
El Pensador Mexicano - Poesía de José Joaquín Fernández de Lizardi


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