CARTA DE UN INDIO PREGUNTANDO DÓNDE ESTÁN LOS HUESOS
DE LOS HÉROES Y CHASCO QUE LE PASÓ CON SU MUJER (1)
Xochimilco (2) octubre treinta
veinte tres mil, ochocientos.
Estimado señor mío
y mi señor Pensaremos:
A oste que lo es liberal
que hasta lo lagran los perros,
se los tengo de decir
un diablo sucedimiento
que me los ha sucedido
agorita en on día de éstos.
El caso es que vine yo
con mi mojier y con Pegros,
que es el hijo más mayor,
de cuatro o cinco que tengo.
Pos sí, señor, vine pues,
con sólo el mayor deseo
de ver los santos reliquia
digo los amados huesos
de los padres de la patria:
HIDALGO, (3) ALLENDE, (4) MORELOS, (5)
MATAMOROS (6) GALEANA, (7)
MINA (8) y ya... mas no me acuerdo
de quién más; pero yo vide (9)
todititito el entierro (10)
¡qué güeno estuvo, señor!,
yo nunca lo habías visto eso
los cañón de artillería
al vanguardia lo iban tiesos:
luego un sinfín de cófrades,
de frailes y de terceros,
luego un montón de señores
que por fraymazones tengo,
porque los iban vestidos
y muy decentes de prieto, (11)
luego otra sarta de padres
con capotes de oro y negro
y onos pagres chiquititos,
¡qué gosto me dio de verlos!,
vestidos de colorado
con capas de terciopelo.
Luego iban muchos señores,
¡a qué guapos!, de los güenos,
sino que algunos los iban
poniendo cara de herrero. (12)
Quién sabe por qué sería,
ni los importa saberlo.
Luego los iban cargando
en una cajita prieto
los güesos si no me engañas
del señor MINA y MORELOS.
Y después on cochezote,
ona iglesia, on monomento,
o un quen sabe qué sería,
ello era cosa muy güeno,
que los iban estirando
los probes y caballeros,
y allá ribota los taban
¡qué lástima daba verlos!,
dentro de on nicho de vigros
los muy respetables güesos
de los varones constantes,
de los ínclitos guerrero,
de los padres de la patria
y mártires de estos tiempos.
Luego iban muchos señores
que los hacían muy bien el duelo.
Después lo iban de soldados
¡Jesús!, señor, on infierno,
y tan grande retajila,
que no acabates de verlos,
sino que los fui a vender
mis petate muy corriendo.
Por las calles jui mirando
los balcones moy compuestos
con sábanas limpiecita
y sos listones de negro.
A todititos los vía
moy tristes y compongientos,
los parecía que a cada uno
so pagre se le había muerto.
El bollicio y el boruca
del México en ese tiempo
se les volvió confusión,
asombro, tristeza y miedo.
¡Vaya!, ni en on Viernes Santo
he visto tanto respeuto.
Con decirte to mercé
que no lo hubo on cocharero, (13)
on alboroto, on desgracia,
on matado ni on pleito,
todo lo tienes decido,
y todo sin mentimiento.
Luego que vendí el petates,
que serían las cuatro y medio
del tarde, los fui a comer
allá por Joan Carbonero, (14)
lo tomates to polquito, (15)
y me jui al embarcadero. (16)
Al otro día moy temprano
ya lo estabas en to pueblo.
A mi mojier le conté
con gosto, dolor y miedo
todo cuanto había mirado
al parecer, moy sereno,
y les dije que los taban
los moy venerables güesos
puestos en el Categral (17)
para que los mira el pueblo,
ella entonces te alborotas,
y empieza a hacerme mil ruegos
para que los traiga a ver
estas cosas que les cuento.
Yo les dije: no mojer,
no seas tonta, es perder tiempo.
Hagalosté los petate (18)
que yo los iré vendiendo.
No Pascual, me los decía,
yo los quiero ver los güesos,
porque la verdá, tatita, (19)
perdona, pero no te los creo
tal cosa, sino que tú
lo estaría borrachero,
y el clachique (20) te pintó
toditos esos enredo.
¿Cómo te lo habías de crer (21)
que lo hicieran tal entierro
a onos traidores, canallas,
sediciosos, embostero,
viles, pérfidos, rebelde,
lagronazos, cochareros,
herejes, jodíos, malvados,
a quienes los eropeos
y los criollos (22) siempre leales
a so Rey y Señor (23) nuestro,
con jostísima razón
tanta guerra les hicieron?
¿Cómo te los he de crer
Pascualío, que estos mesmos,
sino todos, según dices,
muchos de ellos a lo menos,
los habían de hacer tal honra
a onos hombres tan perversos?
Tampoco lo sé, María,
cómo diablos estovo eso;
pero ello es que yo lo vi
con esto mis ojos negro.
¡Qué lo había de ver osté!,
me decía ella medio riendo;
el polque fue quien le puso
entre sueños el entierro.
Hombre no lo seasté tonto.
¿Pues cómo puedo yo crerlo
que onos escomolgadotes,
por los obispos entero,
los habían de hacer tal cosa,
sacándolos del infierno?
A otro perro Pascualío
encajelosté este güeso, (24)
porque a mí amonicnequi, (25)
miraste el boca primero,
ni on ona muela siquiera
falta ni tiene abujero.
Mojer, ¿estás condenada?,
le decía yo muy coleros:
es verdá y moy verdá
cuanto digo del entierro,
por más señas que allí están
los güesos y el caja prietos
en on capía que está
allá por aquel ladero,
¿te acuerdas?, donde lo ponen,
el Santísimo (26) monomento.
Lostará por donde quieras,
lo decía María moy serio.
Como lo es todo mentira,
Pascual, bien pudes ponerlos
esos tos goesos querido
por donde te diga el sueño,
el aguardiente, el clachique,
tepache (27) o polque de lejos,
pero yo no me lo engañas,
santo Tomás ver y crerlo. (28)
Pos, María, le decía yo,
¿tengo cara de enbostero?
Los has de ver, te lo juro,
déjalos que engorde el puerco
para matarlo y tener
on poquito de dinero.
En efeuto como al mes
ya estaba el puerco muy güeno.
Lo matamos y venimos
víspera del día de muertos (29)
para comprar nuestras velas
para nuestros difonteros.
Luego luego que llegamos,
de noviembre el día primero,
los fuimos a Categral
mi mojer, yo, y mi hijo Pegros;
pero aquí entra... oigalosté,
el diablo socedimiento.
Yo capía por capía
iba buscando los güesos
de los pagres de la patria,
y por Dios, no pude verlos.
Mi mojer se los reyía
al disimulo con Pegros
al verme abrir tantos ojos
para boscar el ojeto
de nuestro viaje, y por fin,
no pudiendo con su geño
me dijo: no te la apures.
¿Qué no lo encuentras los güesos?,
tonto, míralos osté
en aquel capía puestos,
en el altar y con tanto
del vela que están ardiendo.
Cállalos, María, le dije,
¿no ves que son santos eso?
Pues más que lo sea, serán
san HIDALGO y san MORELOS,
me respondió muy burlista
y luego añadió moy serio:
muy bien, me lo temí yo
que lo era osté on embostero.
¿Qué güesos había de haber?,
si no, ¿dónde los han puesto?
Eso es lo que yo no sé,
le respondí, mas lo cierto
es que yo los vide aquí,
en este capía mesmo.
Quizás como que en so vida
ellos tan valientes jueron,
todavía sos enemigos
les tienen hoy mocho miedo,
y temen que se rebullan
y desvainando el acero,
salten y les griten, ¡ea!,
traidores, tiembla los perros,
que aquí está HIDALGO y ALLENDE,
MATAMOROS y MORELOS,
que en defensa de so patria
dejarán el masoleo,
y volverán a morir
otra vez y aún otras ciento.
Esto quizás lo será
y por eso los han puesto
allá en algón bartolina
como a modo de convento;
y harán bien, por vida mía
de tener tanto recelo,
pues esos hombres, mojer,
son temibles hasta muertos.
Ciertamente, si los sacan
al guerra contra eropeos,
han de arrancar todititos,
de miedo sólo de verlos.
Dices moy bien, me decía
mi mojier mirando a Pegros;
también pudieran llevarlos,
como allá los israeleros
la arca llevaban al guerra,
seguros del vencimiento.
Si los llevaran a Ulúa, (30)
yo aseguro irán al suelo
el castío y sus baluartes
así como en otro tiempo
los muros de Jericó
ante la arca se rindieron.
¡Caramba, María!, le dije,
¡qué discreto te me has vuelto!
De juerza como que jui,
los decía María moy serios,
jui hija, bien lo sabosté,
del fiscal del santo templo,
que lo quería el señor cura
como si juera su ñeto,
y lo enseñó, y él salió
sabíisimo en extremo,
porque lo leyía muy bien,
y los escribía lo mesmo.
De cuentas no te lo diga,
sabía contar hasta ciento.
En cualquier parte lo hacía,
todas las loyas en verso.
Sabía hablar mocho latín
y cantaba en los entierros.
Conque ¿qué te lo espantas
de que yo sepa todo esto?
Todas las tardes leyía
el libro Pascual ranchero,
o el Destierro dinorancias (31)
o Desiderio y Eleuto. (32)
Y ansina he salido yo
que corto en el aigre el pelos,
y por eso no creyía
los mentira ni embeleco.
Ya ves como no jayamos
esos tos queridos güesos,
y míos tambié, porque yo,
moy mochisísimo los quero;
mas no quero, Pascualío,
te los vuelvas enbostero.
Mojer, ¿estás condenada?,
le dije, mira, no miento.
Yo mismo los vide aquí,
quén sabe dónde lo han puesto.
¡Ojalá no los guardaran!,
sino a la vista del pueblo
tovieran estas reliquias,
que los dijera en silencio:
Mexicanos a las arma,
no está el enemigo lejos;
o ser libres, o morir,
sigan losté nuestro ejemplo.
Dices bien, pero ya es tarde:
vámonos, almorzaremos,
y luego vas a comprar
on montó de velas prieto
para irnos a Xochimilco
mañana a llorar los muerto.
Ansina lo hice, señor,
pero aquí desde mi pueblo
no se me puede quitar
este diablo de deseos
de saber en dónde están
estos apreciable güesos;
y por eso te escribido
to mercé, que moncho roego
los preguntes ¿dónde están?,
¿y cuál es so paradero?
¿No lo pregontates tó
dónde los güesos posieron
de nuestro pagre Cortés (33)
que allán en Jesos Nazareno (34)
los tovo por tantos año,
y delrepente se jueron?,
pues pregontalosté agora
¿dónde por fin los pusieron
los güesos de los HIDALGO,
del señor MINA y MORELOS,
y de los otro señores,
que yo vide en el entierro?
Pues más importa sin duda
entre güesos, y entre güesos,
dejar a los de Cortés
y boscar dónde están éstos.
Y con esto to mercé
perdonará los defeutos
de esta carta. De María
recibalosté y de Pegros
monchas memorias, quedando
to criado, tos manos beso
to segoro servidor
Pascoal Cencio, petateros.
El Pensador.
Nadie lo reimprimirá sin mi permiso.
José Joaquín Fernández de Lizardi
Notas del editor UNAM-IIF:
(1) México: 1823. Oficina Liberal a cargo del ciudadano Juan Cabrera [también conocida como Imprenta Liberal; el nombre completo del impresor era Juan Nepomuceno Cabrera]. Conservamos la grafía original de este texto cuya fecha probable es 30 de octubre de 1823.
(2) Xochimilco (en el campo de las flores). Se le dio en encomienda a Pedro de Alvarado. Fue designada como ciudad en 1579. En la actualidad es cabecera de la delegación política del mismo nombre. Originalmente fue una isla y se sigue cultivando ahí hortalizas, legumbres y flores.
(3) Miguel Hidalgo y Costilla (1753-1811). Padre de la Patria e iniciador de la Independencia de México.
(4) Ignacio María Allende y Unzaga (1769-1811). Caudillo de la Independencia.
(5) José María Morelos y Pavón (1765-1815). Cura y caudillo de la Independencia.
(6) Mariano Matamoros (1760-1814). Cura y caudillo insurgente de las tropas de Morelos.
(7) Hermenegildo Galeana (1762-1814). Héroe de la Independencia, a quien Morelos consideró, junto con Matamoros, «uno de sus brazos».
(8) Francisco Javier Mina (1789-1817). Caudillo español de la Independencia de México.
(9) vide. Forma arcaica de ver que aún se usa en el habla popular de México. «La gente inculta de varios estados [dice]: yo lo vide (Méjico)». Félix Ramos i Duarte, Diccionario de mejicanismos. Colección de locuciones i frases viciosas, Méjico, Imprenta de Eduardo Dublán, 1895.
(10) No se les había hecho honor ni monumentos a los héroes de la patria.
(11) Los 33 grados del rito escocés de la masonería se dividen en: simbólico o masonería azul; capitulares, del 4º al 18º grado, o masonería encarnada; filosóficos o consejiles, del 19º al 30º, o masonería negra; y sublimes, los tres últimos grados, o masonería blanca.
(12) cara de herrero. Cf. nota 6 a No me diga usted...
(13) cocharero. Por cucharero. Ladrón que se apoderaba de las cucharas de plata. Lizardi escribió dos diálogos al respecto: El cucharero y su compadre Chepe y El cucharero político en argumentos con Chepe, Cf. Obras XII, op. cit., pp. 9-23.
(14) Joan Carbonero. La calle Puente de Juan Carbonero, que ahora lleva el nombre de Pensador Mexicano, quedaba al sur de la plaza de ese nombre, que al norte tenía la de Puente de Villamil (ahora una de las calles de Mina).
(15) polquito. Por pulquito. Cf. nota 17 a Denuncia de los caballos...
(16) embarcadero. Alude al embarcadero de la acequia llamada de Palacio.
(17) Categral. Por Catedral. Al norte de la Plaza Mayor o Zócalo. Comenzada en l573 se consagró en 1667; pero su construcción se terminó hasta principios del siglo XIX, entonces bajo la dirección de Manuel Tolsá.
(18) petate. Aztequismo (de petatl): esterilla de palma. Se usa como colchón. Santamaría, Dic. mej.
(19)tatita. Diminutivo de tata, tratamiento aplicado a los hombres de edad avanzada, entre la gente del pueblo. Santamaría, Dic. mej.
(20) clachique. Variante de tlachique: pulque sin fermentar, acabado de sacar de la mata, en forma de aguamiel. Santamaría, Dic. mej.
(21) Así en el original.
(22) criollo. Nativo de México, no el hijo de padres españoles nacido en México, como se aplica actualmente: «Desengañémonos: los criollos somos una verdadera casta de español e india». El Pensador Mexicano, t. III, Suplemento extraordinario del 26 de enero de 1814, en Obras III-Periódicos. El Pensador Mexicano, recopilación, edición y notas de María Rosa Palazón y Jacobo Chencinsky, presentación del último, México, UNAM, Centro de Estudios Literarios, 1968 (Nueva Biblioteca Mexicana, 9), p. 504.
(23) Con mayúsculas en el original.
(24) a otro perro [...] encajelosté este güeso. Equivalente a «otro perro con ese hueso»; expresión con que se repele al que propone artificiosamente una cosa incómoda o desagradable, o cuenta algo que no debe creerse. Horacio López Suárez, La paremiología en la obra de José Joaquín Fernández de Lizardi, tesis, México, UNAM, Facultad de Filosofía y Letras, 1970, p. 32.
(25) amonicnequi. Oración náhuatl compuesta por el adverbio de negación amo, el pronombre relativo nic y el verbo nequi (querer, consentir). «[...] amo nic-nequi oanicnequi, rehusar, no querer una cosa». Rémi Simeón, Diccionario de la lengua nahuatl o mexicana, séptima edición en español. México, Siglo XXI, 1988, p. 334. En la «Marcha a Juan Pamuceno», el coro dice: «amoquinequi, Juan Pamuceno,/ No te la plantas el Majestá./ Que no es lo propio manto y corona/ Que to huarache que to huacal». Aparentemente hubo una versión anterior porque el contenido de esta marcha se refiere a la invasión francesa de México, aunque contiene alusiones a la guerra de independencia. «El tata cura que te dio vida/ Murió enseñando la libertá,/ Que era insorgente moy decedida/ Y que fue coco del Majestá». Rubén M. Campos, El folklore literario de México, op. cit., p. 164.
(26) Mayúsculas en el original.
(27) tepache. Del azteca tepiatl. Bebida fermentada que se prepara con el jugo de diversas plantas, especialmente de la caña y de la piña. Se usa como refresco o como embriagante, según el grado de fermentación. Originalmente preparada con maíz. Santamaría, Dic. mej.
(28) santo Tomás ver y crerlo. Lizardi usaba también «santo Tomás ver y creer»; la forma más conocida es «como santo Tomás, hasta no ver, no creer». Viene del pasaje bíblico donde el apóstol mete la mano en la llaga de Cristo para conjurar su incredulidad. Jn. 20, 24-31.
(29) Los días de muertos en México se celebran el 1º y 2 de noviembre.
(30) Ulúa. El castillo de San Juan de Ulúa, situado en un islote a la entrada del puerto de Veracruz, ha servido como fortaleza y como cárcel. «Después de consumada la Independencia de México de su antigua metrópoli pocas han sido las obras materiales que se han hecho en aquella fortaleza. Entregada por las tropas españolas al gobierno de la nueva República el 23 de noviembre de 1825, después de un bombardeo a la ciudad de Veracruz, sostenido por más de dos años con constancia, Ulúa quedó en poder español después de 1821, de esta manera se impedía la entrada y salida de barcos a Veracruz, nulificando tan importante puerto». Apéndice al Diccionario universal de historia y geografía, México, Imprenta de J. M. Andrade y F. Escalante, 1956.
(31) Destierro de ignorancias y aviso de penitentes de fray Alonso de Vascones de la Orden de los Descalzos de San Francisco, Guardián del Santo Convento de Nuestra Señora de la Hoz de Rute de los frayles Descalços de la recolección de la Provincia de Granada, de nuestro seráfico Padre de San Francisco. Dirigido a nuestro Reverendissimo Padre fray Antonio de Trejo, Vicario General de nuestro Seráfico Padre San Francisco. Con privilegio. En Madrid por Luis Sánchez, año de 1614, 8º, 12 h., 132 fols. Vuelto a publicar en Madrid en la Imprenta de J. Doblado en 1804 en 4º, 334 pp. Alonso de Vascones fue un religioso franciscano español de la primera mitad del siglo XVII, que nació en Aguilar de Canpóo. Otras de sus obras: Para ayudar á bien morir (Madrid, 1620) y Víctima del alma dormida (Madrid, 1620). Véanse: Archivo General de la Nación, UNAM, Documentos para la historia de la cultura en México. Una biblioteca del siglo XVII. Catálogo de libros expurgados a los jesuítas en el siglo XVII, México, Imprenta Universitaria, 1947 (Publicaciones del Archivo General de la Nación, 3), en el inventario de libros que se hallaron a Melchor Pérez de Soto, vecino de la ciudad de México y obrero mayor de la Catedral que se guardaron en la Cámara del Secreto del Santo Oficio; y Antonio Palau y Dulcet, Manual del librero hispanoamericano, revisado y añadido por Agustín Palau, 2ª ed. corregida y aumentada por..., México, 1973, t. XXV, p. 321. También hubo un Destierro de ignorancias, en orden al mes acertado, y fácil uso de los Santos Sacramentos [...] de Juan Antonio de Oviedo, de la Compañía de Jesús, rector del Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo y calificador del Santo Oficio que la Gazeta de México, desde el primero hasta fin de septiembre de 1728, presentó como «libro nuevo».
(32) Desiderio y Eleuto. En el apartado «El maestro de escuela», José María Rivera cita, entre los libros de un maestro, además del Catecismo de Ripalda, un silabario y cartilla, el Fleuri, el Catóny el Electo Desiderio; página 208 de Los mexicanos pintados por sí mismos, obra escrita por una sociedad de literatos. La edición original fue de México, Casa de M. Murguía, Portal del Águila de Oro, 1855. Se reeditó en 1946.
(33) Hernán Cortés (1485-1547). Conquistador de México, a quien Lizardi presentaba como cruel y sanguinario, que triunfó contra los mexicanos debido a la ayuda que recibió de los tlaxcaltecas. «En los primeros años de la Independencia fué grande el odio que por lo español se tuvo en México y se puso especial cuidado en destruir todo lo que recordase los 'ominosos tres siglos' del gobierno virreinal y se pidió repetidas veces por exaltados oradores, que se quitasen de la iglesia de Jesús los huesos de Cortés y se destruyesen. El más arrebatado de éstos fue Fray Servando Teresa de Mier. De varios lugares de la República se trajeron en 1823 los restos de los héroes sacrificados en pro de la Independencia durante la terrible guerra de emancipación, lo que vino a despertar el recuerdo de todo lo malo de los dominadores hispanos y en periódicos y folletos, a los que se daba profusa circulación, se contaron por extenso las crueldades de la conquista 'excitando al pueblo a extraer los huesos de Cortés para llevarlos a quemar a San Lázaro'». Artemio de Valle-Arizpe, Historia de la Ciudad de México, según el relato de sus cronistas, 4ª ed., corregida y aumentada con ilustraciones, México, Edit. Pedro Robredo, 1946, p. 190. Lizardi escribió al respecto Los curiosos quieren saber en qué paran los huesos de Cortés. Cf. Obras XII, op. cit., pp. 423-426.
(34) La iglesia de Jesús Nazareno, anexa al Hospital de Jesús, fue fundada por Cortés, destinando la manzana entera que hoy ocupan el hospital, la iglesia y otros edificios. Al frente miraba a la plazuela de la Paja, hoy parte de la manzana comprendida entre la calle de República de El Salvador, la avenida José María Pino Suárez y el callejón del parque del Conde. Hacia el sur se terminaba en una calle por donde corría una acequia, «que por la calle de la Puerta Falsa de la Merced [8ª y 9ª de San Agustín, ahora Uruguay], venía atravesando dos manzanas de casas a salir a la esquina del Puente de San Dimas, y desde aquí sesgando por entre las casas, pasaba por la calle del Puente de la Aduana Vieja [1ª, 3ª y 6ª de 5 de Febrero con lo que era Aduana Vieja y Puente de la Aduana], terminaba tras de Regina, en la del Puente del Monzón [4ª calle de Mesones], por la cual iba a reunirse con otras. Por el Poniente y Norte limitan en cuadro la calle Cerrada de Jesús y la plazuela en que está el mercado [de Jesús] que es propiedad del hospital, por cuya razón, y la de pagar censo al mismo hospital algunas de las calles vecinas por el terreno sobre el que están fabricadas, que se puede presumir que el que se tomó en su principio fue mayor que el que ocupa efectivamente ahora». Artemio de Valle-Arizpe, Historia de la Ciudad de México... op. cit., p. 198.